miércoles, 29 de julio de 2009

Sin concursos ni sorteos

Por motivos que aún desconozco, C me entregó este premio por el blog. Mi primer premio, gracias por montones C!.

Según las reglas debiera entregar este premio a 10 blogs más, aunque C dijo que dejaba esa parte opcional,por lo que aprovecharé de acortar un poco la lista ya que la mayoría de los blogs que sigo han sido premiados como El Blog de la Ex, El Diario de Anaís y MACHOTES.
Mis premiados son:

- Zapping Mental En Pausa
- El Blog de la Mona
- Blog de la Cumbiera Intelectual
- El Blog de un Quiltro
- Rayando la Luna
- ¿Pero Sos Lesbiana o No?

Porque cada vez que actualizan, no puedo dejar de meterme a intrusear qué es lo que han escrito, aunque a veces me quede sin una palabra que decir.

Y ya que cambiamos las reglas del juego, hace tiempo que quería dejar aquí la lista de mis 'imperdibles' de internet: esas páginas que no puedo obviar cada vez que abro el navegador y que recomiendo a quienes quieran reírse un rato. Por si acaso, están todas en inglés:

- Webcomic XKCD, se actualiza lunes, miércoles y viernes sagradamente a las 0.00 horas; lo hace un tipo desquiciado llamado Randall Munroe. Yo lo defino como el Sushi: puede que no te guste a la primera, pero si lo pruebas por segunda vez te vuelves adicto.

- Piled Higher and Deeper, es un webcomic que gira en torno a la vida académica. El pseudohéroe de la tira está haciendo su interminable doctorado, sufriendo bajo el yugo de un profesor explotador y muy poco actualizado en tecnología.

- The Order of the Stick, basado en un juego de D&D (rol). A pesar de que yo nunca he jugado rol (y no es algo que me interese hacer algún día...), me divierte mucho ya que no es tan necesario entender el juego para saber qué está pasando. Lo malo es que el autor tiene problemas de salud y a veces pasan semanas antes de que actualice el comic.

- Cracked.com es una página enfocada en hacer notas sobre ciencia, historia, sociedad... pero desde un punto de vista que al menos yo encuentro hilarante. Mis favoritos son Las investigaciones que podrían acabar con el mundo, Soldados que harían ver a Rambo como un bebé y Animales más listos que los humanos.


Update: Olvidé mencionar los LOLCATS...

lunes, 27 de julio de 2009

Manifiesto: Sobre la buena escritura

Como he dicho en varias ocasiones, soy una defensora de la ortografía y la buena escritura. Mi vista sufre cada vez que veo un tilde faltante o mal puesta, me dan retorcijones cuando alguien pierde el buen uso de la S,C,Z,B,V y la mal mirada H. Soy fijona hasta con mis amistades ilustradas que suelen confundir el "A ver" con el "Haber" y el "¡Ah! de más" con el "Además" en MSN, y feliz les hago notar esos detallitos porque sé que, muy en el fondo, me lo agradecen para no volver a equivocarse en el futuro.

Me llama la atención que últimamente Internet está plagado de gente que escribe mal. Hace no muchos años podía pasearme feliz y tranquilamente por páginas web, diarios on line y hasta salas de chats, donde si bien no había una escritura tan prolija, no existían los horrores ortográficos que se han puesto de moda tan fácilmente, así como los pokemones. Cada vez que converso con alguien menor de 18 años tengo que pedirle que por favor escriba "como la gente" porque en verdad detesto tener que tratar de descifrar lo que quieren decir con"OLZZZZZZZZ KTAIIIIIIIIII!!!". Me pregunto si en verdad no se han dado cuenta del gran, grave problema de escribir mal.

Algunos lo hacen porque en realidad no tienen idea de las reglas de ortografía y acentuación, lo cual es perfectamente mejorable con un poco más de lectura... engrosar la biblioteca personal nunca está de más. Tomar el hábito de la lectura desarrolla virtudes infravaloradas por la sociedad actual, tales como la imaginación, la paciencia y la capacidad de concentración. Quizás sea algo que los jóvenes adolescentes de ahora 'no pesquen', pero que en su vida más adulta necesitarán en altísimas dosis.

Otros escriben mal por simple y llana moda, para sentirse aceptados socialmente y he aquí donde quiero hacer hincapié, ya que al menos como yo lo veo, esto demuestra algo mucho peor que 'la incultura de no saber': es signo de una falta de carácter en la persona. Es simplemente decir que podría hacer las cosas bien, pero como todo el mundo lo hace mal me sumo a la multitud y paso por bacán. En vez de decidir hacer una diferencia con respecto al resto, a la horda de minipersonas que día a día demuestra que no tiene idea de qué hacer con sus vidas (tema que hace un par de días hasta fue fruto de un reportaje en un medio nacional que en este preciso minuto no recuerdo...), me dejo aplastar por lo que la masa considera cool, así como arrancar paraderos, apedrear cosas y saquear tiendas. Mal.


Además, la buena escritura desarrolla otras virtudes que tampoco hay que dejar de notar, como por ejemplo la capacidad de hilar mejor las ideas, expresarse correctamente, el nunca bien valorado "pensar antes de..." y el poder discriminar rápidamente entre algo que 'suena bien' o 'suena mal'.

Como sea, creo que escribir bien nos convierte en una versión mejorada de nosotros mismos y sigo sin encontrar un solo motivo para obviar el correcto manejo del vocabulario.

Chicos, entiendan... Las modas pasan, la sabiduría es lo único que les queda.

martes, 21 de julio de 2009

La teoría de los panqueques

Hace un par de días hablaba por MSN con una amiga sobre los consejos... yo le decía que generalmente no sirven de mucho porque todos somos diferentes, "no somos recetas de panqueques", le dije en ese minuto.

Pero luego de reflexionarlo un poco más, llegué a la conclusión (para nada profesional) de que no hay nada -en términos culinarios por si acaso- que sirva más para explicar el comportamiento humano como los panqueques, a grosso modo.

Mi punto cuando conversaba con mi amiga era que para mí un consejo es algo que en mi situación personal ha funcionado, pero dado a que ella y yo somos bastante diferentes probablemente a ella no le dé resultado... porque ella es más rollera que yo, porque yo me río más de las cosas, porque no me hago atados a la hora de decir lo que pienso a la gente que quiero, y una laaaaarga lista de etcéteras.

Pues bien, con los panqueques pasa igual! Todavía no conozco a DOS personas que tengan la misma receta para hacerlos... ni siquiera en los ingredientes coinciden y, al menos cuando yo intento darme un gusto haciéndome algunos, muchas veces depende hasta de si 'se te quieren dar o no', como decía una de mis hermanas mayores. Joer! que muchas veces ni siquiera me sirven las porciones usadas la última vez.

A lo que voy, las personas somos tan volubles y cambiantes de un especimen a otro como los intentos de hacer panqueques, y en ambas materias los consejos son escuchables pero definitivamente cada uno tiene que terminar haciéndose su propia idea.

Lo malo de mi teoría de los panqueques es que cada vez que la explico me dan ganas de comer, ¿por qué será? XD



PS: Mi señor esposo acaba de acotar que habría que tomar en cuenta todos los posibles rellenos para escoger... mmmh... panqueques alguien dijo? :P

viernes, 17 de julio de 2009

A por el quinto del año

CREO que es mi quinto resfrío del año...
Dioses, por qué no puedo ser como la gente normal que se enferma una sola vez al año? >.<
Y para quienes piensan que pasar agosto es el gran dilema, es que no saben lo que es tener la rinitis alérgica de primavera agravada por los resfríos y alergias del invierno... porque a ambas fechas les tenía que tener alergia.
Y tengo frío!
Gosh! Cómo deseo que sea verano! (Líbrame de los resfríos estivales, Todopoderoso).

Como sea.
Necesito vitamina C.

¿Naranjas alguien dijo?

domingo, 12 de julio de 2009

Alma de niña

Sábado por la tarde, voy atrasada a mi junta con Melissa, hacía tiempo que no nos juntamos a conversar solas de la vida (un ejercicio muy recomendable, sobre todo frente a un café rico en un lugar tranquilo).

Detesto que los fines de semana los trenes pasen con una frecuencia mucho menor de la habitual así que apenas bajo las escaleras de la combinación del metro corro hacia el tren que está en la estación, y soy la última en subir antes del pitido que te indica el cierre de puertas.

Como no me bajaba al tiro, me acomodé tranquilamente en el pasillo, mirando a una mujer que viajaba sentada con sus dos hijos: el mayor (unos 10 años) en el asiento del frente y la menor (unos 3 o 4 años) en su regazo. No puedo evitar esta manía de fijarme siempre en los niños que viajan en mi mismo carro, me encanta verlos jugar o hacer mañas, hablar con sus padres y escuchar cómo ven el mundo con sus ojitos diminutos.

Así que me paré al lado y bajé la música para poner atención.

La Moneda. "Holaaaa! holaholaholahola!!" empieza a gritar la niña, y miro a ver a quién saluda, probablemente algún conocido, pero no hay nadie. En Universidad de Chile se repite la escena, pero esta vez después de saludar la niña le dice a su hermano "Pero viste que la gente no me saluda?" y trata de seguir las instrucciones que él le da de saludar con la mano. Pero el truco no funciona, estación tras estación la niña se esfuerza en atraer la atención de alguien mas nadie la ve. "Holaholahola!!" repite en cada ocasión, mientras todos miran fijamente a las puertas viendo si hay espacio para subir. Hoy en día el metro no es lo que era antes.

Entonces, pasando Baquedano me pregunto hasta dónde irán y si alcanzaré a hacerlo, tan sólo necesito que vayan una estación más lejos que yo. Llegando a mi destino final me dirijo hacia la puerta, vigilando que la familia no se ha movido de sus asientos, sin ningún esbozo de bajarse quizás hasta la última parada del tren.

Bajo y me paro justo en frente de la ventana donde está sentada la mujer y sus hijos, la pequeña está diciendo algo a su madre y no presta atención hacia afuera. Espero que suba los ojos antes que parta el tren, y de pronto la niña mira hacia afuera y allí estoy yo, una tipa con una bufanda morada larga que la mira fijamente y de pronto comienza a saludarla. "Chao!... chao!" le digo mientras agito la mano con alegría. Ella sonríe y la veo decir "Mamá mira!" y saludarme antes de que el tren cierre las puertas. Entonces le tiro un beso y, mientras el tren parte, continúo mi camino hacia la salida de la estación.

Y de pronto ahí están: endorfinas corren por mi cuerpo. Aparecieron de la nada luego de esa pequeña travesura.

viernes, 10 de julio de 2009

Al estilo Montignac

Hace un par de años, preocupada por mi gordura, mi hermana mayor me envió a una endocrinóloga que me diagnosticó hiperinsulinismo a mis cortos veintitantos; ella asumió que mi mayor preocupación era llegar diosa al verano y me puso a dieta, recetándome pastillas para adelgazar.

Al inicio todo funcionó bien: bajé más de 10 kilos en medio año, siguiendo al pie de la letra las instrucciones de mi doctora, feliz de verme como nunca antes en el espejo y esperanzada en estar cuidando mi salud como nadie en mi familia antes lo había hecho (tengo un largo historial de diabetes en mis antepasados).

Pero poco a poco los problemas empezaron a aparecer. Como además tengo un bajísimo gasto energético, la doctora optó por darme un régimen ultra hipocalórico, con la estricta prohibición de hacer ejercicio durante la primera etapa... lo que se entendía a la perfección pues durante meses fui incapaz de subir la escalera del metro sin detenerme a la mitad, mareada por el esfuerzo.

Después apareció la somnolencia y el cansancio. Yo siempre he sido algo floja, lo admito, pero hubo un momento en que perdí las ganas de levantarme de la cama para ir a la universidad sin motivo aparente. Fui donde mi doctora que arregló todo suprimiendo las pastillas adelgazantes y dándome unas vitaminas especiales "que no engordan".

Cuando recuperé un poco mis energías perdí otra cosa muy importante: la salud. Apenas una persona estornudaba podía apostar que iba a caer enferma. De pronto mis alergias estacionales reaparecieron, pasaba con aftas bucales y más encima muerta de frío porque mi cuerpo no podía producir el calor necesario para temperarme en invierno. Mi dieta era muy estricta, pero todo era por no desarrollar una prediabetes temprana y mermar mi calidad de vida.

Cuando por fin parecí lo suficientemente delgada para mi doctora (ya había perdido cerca de 20 kilos), empecé con la 'vuelta a la normalidad' al pie de la letra. Sin las pastillas adelgazantes mi cuerpo empezó a sentir los estragos: hambre y, de ser posible, aún más frío. Peor aún, poco a poco empecé a ganar uno a uno todos los kilos que había perdido, sin importar lo estricta que fuera con mi alimentación o que siguiera cursos de Pilates y/o Aeróbica.

A la doctora no fui más, me faltaba la plata y tenía serias dudas de poder volver al régimen del inicio. Desde entonces me debatí entre la resignación de no poder controlar mi peso (lo único que me había quedado claro era que a menos peso menos hiperinsulinismo) y la culpabilidad de no cuidarme, la terrible agonía de saberse al borde de una enfermedad mil veces peor y más degenerativa como la diabetes.

Y allí estaba cuando mi amiga Naty me prestó el libro de un señor apellidado Montignac, "Cómo adelgazar y no volver a engordar".

En sus páginas Montignac explica por qué las dietas hipocalóricas como la que yo seguí están destinadas al fracaso, enumerando uno a uno los problemas que pasé con sus respectivas causas y consecuencias. Me dieron ganas de llorar.

Lo curioso es que para este señor lo que hay que atacar es el hiperinsulinismo en vez de la obesidad, y que más que la cantidad interesa la calidad de la comida que uno se echa al buche. Con eso se ganó mi respeto.